La ciencia ha de enseñarse con pasión. De no ser así, como
afirma Neil DeGrasse Tyson en el vídeo, la curiosidad y la creatividad de los
niños desaparecen. La educación formal sigue teniendo unos objetivos que alejan
al alumno del desarrollo de estas cualidades.
“La educación no debería basarse en volcar información en el
cerebro de las personas, sino en entrenar a la gente para que piense”, afirma el
astrofísico. En efecto, no se trata de enseñar ciencia en los colegios y
universidades presentando contenidos sin pensar sobre ellos. La escuela debería
impulsar aquello que nos lleva a tener ciencia: pensar, dudar, sentir
curiosidad. En mi opinión, enseñar ciencia como se hace desde la educación
formal es incluso contradictorio con lo que significa la ciencia, donde todo es
susceptible de ser sustituido por descripciones más aproximadas de la realidad.
En esa misma línea se encuentra la opinión del fundador de
Wikipedia, Jimmy Wales, para quien lo importante es sentir curiosidad por el
mundo, ser críticos con la información que recibimos y cuestionarnos su
veracidad investigando sobre ella. Esto es lo que se consigue mediante la
educación no formal, motivada sólo por nuestro deseo de saber, ya que, como
dice Wales, esta no tiene un objetivo concreto en cuanto a sacarse títulos.
Desde el sistema educativo convencional se nos proporcionan
unos conocimientos ya moldeados, lo cual es una forma rápida de transmitir la
información necesaria para superar los exámenes que nos llevan finalmente a la
obtención de un título. La ciencia debe acercarse a los niños de otra manera,
no presentando unos contenidos fijos y persiguiendo unas metas, sino creando
primero una cierta curiosidad e interés por ella, que les sirva a los
niños de motor para continuar aprendiendo. El aprendizaje se consigue así de
una forma más satisfactoria y eficaz, ya que la educación no formal está libre
de obligaciones y objetivos concretos. Es la “utilidad de lo inútil” de la que
nos habla Nuccio Ordine.
Esta manera informal de aprender estimula la reflexión, la
duda y la imaginación, procesos cognitivos que nos llevan a un conocimiento más
sólido y profundo y que formará a personas más autónomas y con capacidad
crítica. Además, al desprenderse de la etiqueta de “obligatorio” hace que los
niños quieran seguir indagando, cultivando su interés y su curiosidad por la
ciencia; curiosidad que, a su vez, es abono para el avance científico.
Sin embargo, esto no quiere decir que debamos acabar con la
educación formal. Esta tiene un papel importante, como parece sugerir Wales:
organizar la información, darle un orden y prevenir de que ahí fuera hay información
falsa o manipulada.
Por todo esto, la función de la divulgación científica más
necesaria para DeGrasse Tyson es dar a conocer la ciencia con la visión que de
ella tienen las personas a las que les entusiasma, para contagiar ese espíritu
de querer saber, de hacerse preguntas sobre el mundo que nos rodea, de ser
capaces de emocionarnos con lo que sabemos y con lo que desconocemos. Mediante
la divulgación de la ciencia se promueve la reflexión y el desarrollo del
pensamiento crítico y se enseña a aprender a mirar -lo cual es distinto que
advertir lo que otros ya han observado-, porque la ciencia está en los ojos del
que mira y se hace preguntas.
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